Se abre la puerta del portal y Susana sale en tromba con una bolsa de plástico negro en la mano. ¿Dónde vas con la basura a estas horas? No hija, no es la basura, es la colada, me dice mientras se aleja calle arriba. Mmmm? se le habrá roto la lavadora. Suena el timbre y bajo el fuego de las judías para ir a abrir la puerta. Es Susana y un mar de lágrimas. Cómo no entiendo una palabra de lo que dice preparo una tila y me siento con ella en el sofá. Mientras se la toma y se calma, me cuenta que Javier le pone los cuernos con la peluquera. Qué hijo de puta! Qué se enteró ayer porque se lo contó la del gimnasio y que no ha pegado ojo en toda la noche. Y encima la lavadora estropeada, le digo. Qué lavadora? La mía, no. Y dónde ibas con la colada? A la peluquería, ya que compartimos los orgasmos de mi marido, le he pasado la colada y mañana le bajo el resto. Hija, como soy budista. Esa es mi Susana. Como se enteren el resto de mujeres de maridos a los que se beneficia la peluquera, más le vale cambiar la peluquería por lavandería.
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